Sus Antiguos Pobladores

Los primeros pobladores que reconoce la historia para estas tierras, es la etnia Caingang. Provenientes del sur de Brasil y de la Mesopotamia argentina, los Caingang comenzaron a llegar al interior de Corrientes a partir del siglo IX, desplazados por el progresivo avance de los guaraníes que vivían en las tierras altas, en las riberas de los ríos colectores de la cuenca del Plata.

Una parcialidad de los Caingang, los Caracaraes o Cara-Caras, se asentaron en toda el área de los Esteros del Iberá.

José Cruz Rolla, en su trabajo "Ande Ipicuera Reta", comenta que estos aborígenes "tenían fama de nación pérfida. Se sabía que en 1535 habían hecho perecer traidoramente a un buen número de españoles".

Respecto de la desaparición de esta etnia, el mismo autor relata "Saltando de isla en isla, el nunca habido caracara fue escondiéndose en las profundas marañas hasta que lo tragó el misterio de la laguna inmolada".

A partir del siglo XV, la influencia de la cultura guaraní asimila poco a poco a los caracaras que habitaban el Iberá.

Ya en épocas de la colonia española, la ocupación del territorio de la provincia de Corrientes se inició con la fundación de la ciudad de Corrientes en 1588. Históricamente, la ocupación de la provincia estuvo vinculada con la actividad ganadera, primero caracterizada por las vaquerías, que progresivamente fueron dando lugar a la cría de ganado en estancias.

Entre los siglos XVII y XVIII toda la región estuvo ocupada por la Compañía de Jesús; orden que asentó importantes establecimientos ganaderos en cuyos grandes "puestos" establecían capillas. El poblamiento que comenzó con las reducciones jesuíticas misioneras a principios del siglo XVII, avanzó por el Miriñay y llegó a ocupar todo el borde oeste, de norte a sur y nordeste del Iberá, desarrollándose fundamentalmente la ganadería destinada a abastecer a las misiones.

En toda la zona se refugió la población guaraní "reducida" en tiempos de la invasión destructora del brigadier Chagas; guaraníes que fueron incorporados en las estancia ganaderas. La Reducción de Loreto en la región del Guayrá fue trasladada en 1632 al actual territorio argentino de Misiones, donde subsistió hasta la invasión de los portugueses, de la que huyeron cruzando el zanjón que une el río Paraná con los esteros del Iberá, llamado "Tranquera de Loreto". Se corrieron a la zona de aluviones entre los esteros de Santa Lucía y el Carambola, estableciéndose en el lugar denominado "Loma de Yabtu", donde existía un puesto de las antiguas estancias jesuíticas (actual pueblo de Loreto).

San Miguel surgió como asiento de grupos de indígenas de las misiones jesuíticas en 1632. La zona a fines del siglo XVIII fue un "gran puesto" o estancia jesuítica dependiente de la reducción de San Carlos. San Miguel ocupó inicialmente el paraje hoy denominado Santa María, pero las aguas de los esteros de Carambola obligaron a trasladar el pueblo al emplazamiento actual.

Las tierras al norte ribereño, eran ocupadas eficazmente por las estancias jesuíticas, cuyo sistema de desecación de terrenos inundables en el sector de los Esteros del Iberá, brindaba un alto índice de productividad. Aprovechando zonas como las denominadas Tranquera de Loreto y San Miguel, el Rincón de Loreto y San Miguel, el Rincón de Santa María, Santa Tecla, entre otras.

Tras la expulsión de los Jesuitas en el año 1767, todo el sector ocupado por la orden quedo en el abandono. En el año 1815, como resultado de las luchas entre el indio Andresito y los portugueses, el Marqués de Alegrete—Gobernador Capitán General de Río Grande do Sul—encomendó la destrucción de las misiones occidentales. Todo se destruyó, causando la despoblación de la zona que por muchos años subsistiría. En 1828, el viajero francés Alcides D' Orbigny escribió: "Espesos bosques cubren el campo, los árboles invaden hasta la ruinas de las poblaciones; a veces, hasta unas plantas extranjeras quedan como único indicio del lugar que cada misión ocupara". La partida obligada de los jesuitas que habían "evitado" celosamente el acercamiento de los guaraníes con el criollo, dio lugar a la apertura del mundo misionero, produciéndose una fuerte migración de guaraníes cristianizados que con el tiempo fueron mestizándose.

La sociedad de los albores del siglo XIX impedía al mestizo acceder a las tierras ganaderas del Iberá, por lo que éstos sólo lograban trabajar como peones de estancia. A mediados de este siglo, el mestizaje era un fenómeno étnico en franca evolución. Martín De Moussy en su "Descripción Geográfica y Estadística de Corrientes" (1860-1864) comenta que "ya no quedan indios puros. A partir de 1852 comenzó a establecerse un gran número de extranjeros que se casaron en la región en su mayoría".

Posteriormente, hacia el área ribereña se concretó la venta de tierras fiscales, dedicadas a la actividad ganadera. Los esteros permanecían poco explorados, por la falta de buenas pasturas y sus pobladores—enfrentados a un sistema ganadero que no requería demasiada mano de obra—sobrevivían de acuerdo a las prácticas de su más antigua tradición de aborigen cazador-pescador, ahora como una etnia hondamente mestizada con la sangre hispana.

A fines del siglo XIX, se realizaron proyectos de colonización y entre 1909 y 1913, durante la gobernación de Juan R Vidal, se reinició la asignación de tierras para el colonato. En 1910 se sancionó la nueva ley de colonización, la misma autorizaba al gobierno provincial a adquirir terrenos particulares con el propósito gubernamental de adjudicar los lotes por un valor no menor al gastado en su compra. Los colonos más pobres, en particular el mestizo habitante del estero, quedaron nuevamente excluidos de la tenencia legal de tierras.

El inicio del siglo XX, marca el epílogo del proceso de mestizaje y una política estatal y distributiva que margina al habitante del estero, que imposibilitado de adquirir tierras, se ve obligado a continuar con las prácticas tradicionales de subsistencia.

La caza para alimentación y la comercialización de pieles y cueros de animales silvestres sirvió durante muchos años para que el poblador del Iberá cuente con una forma de subsistencia. Esta actividad se desarrolló sin inconvenientes hasta el año 1983, fecha en que el Gobierno de la Provincia de Corrientes crea la Reserva Natural del Iberá, mediante la Ley Nº 3771/83. Esta declaración inició una etapa de franca regresión de la cacería furtiva, los antiguos cazadores progresivamente fueron dejando su actividad tradicional y buscando nuevos medios de supervivencia.


Bibliografía: Ambrosetti, A. S. Lopez, M.M. Pereda, A.G. Laprovitta y J. Carvajal. 2004. Proy. GEF/PNUD/ECOS ARG/02/G35 "Manejo y conservación de los Esteros del Iberá". Módulo "Caracterización socio-económica y productiva de la Reserva Natural del Iberá"